Sólo sé remar a Babor…

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            Es normal que no escuche la alarma del teléfono cuando tengo que levantarme para ir de aventura. Hoy es un día diferente, ni tengo la bici engrasada, ni tengo la furgoneta preparada, ni sigo las mismas rutinas. Antaño, todo, era un ritual aprendido a base de repetirlo una y otra vez. Ahora todo es nuevo. Sé que se me van a olvidar muchas cosas y sé que la próxima vez también pasará algo similar. Tengo que instalar la baca con la furgo en la calle, porque de lo contrario no podría salir, también tengo que cargar yo solo la piragua, pues a las ocho de la mañana no tengo a nadie que me ayude a estivar esos más de cinco metros amarillos sobre las barras del techo.

            El desayuno ha sido breve, un tazón de copos de avena, leche desnatada, miel y un sobrecito de un complemento vitamínico que tengo por costumbre tomar cuando voy a desgastarme más de lo normal. El gusanillo de los nervios corretea por mi estómago, esta mañana toca enfrentarse a lo desconocido. Toca coger el toro por los cuernos y sin apenas formación ni preparación me voy al mar, aunque sea al Mar Menor, a enfrentarme a la madre Thalasa.

            Bajando por el Puerto de la Cadena, ya me he dado cuenta de que me he dejado la bolsa con la fruta y el almuerzo, no han pasado más de dos horas desde que me he levantado y ya tengo hambre, pero también me he dejado la cartera en casa y no llevo ni un céntimo, sólo llevo esa moneda de plástico que utilizo para los carritos del supermercado, y con eso no creo que me dejen chupar ni el cristal del escaparate de una pastelería, tampoco creo que pueda comerme un trozo de hígado de foca crudo a mitad de la ruta, así que tendré música intestinal de fondo durante todo mi periplo marmenoreño. Otra cosa que he olvidado ha sido la señal que indica que las dimensiones de mi vehículo están alteradas, espero que los compañeros de “Tráfico” no me recuerden por escrito la ley de Seguridad Vial.

           

Puesto a infringir esa ley, he aprovechado y me he hecho un par de fotos desde el coche: una a mi mismo, y la otra al paisaje desde detrás del volante, para que se aprecie la montaña, la autovía y la proa sobresaliendo por delante.

            Se me hace extraño llegar a San Pedro del Pinatar y pasar de largo hasta la playa sin hacer recalada en casa de mis padres, pero no son horas de andar saludando un domingo, a menos que uno llegue con un buen cartucho de churros y chocolate caliente.

            Una vez en la playa de Villananitos me siento como un pato en una tienda, todavía no domino el elemento y en un par de ocasiones me he quedado mirando la piragua, el chaleco, el cabo de seguridad para la pala, etc…  sin saber por donde empezar.

La mañana está calmada, son algo más de las nueve y sólo hay una persona en el arenal. Me acerco a la lengua de mar y veo con gran tristeza la gran cantidad de suciedad que hay en el fondo: plásticos, cosas rotas, despojos de todo tipo, no pensé que el fondo de la orilla en esta playa estaría tan desatendido y tan mal tratado por los bañistas. Menos mal que me he puesto unos escarpines de neopreno, pues pisar esa especie de cieno en el que se me hunden los pies, me da bastante repelús.

            Arriba en dos segundos, me cierro el cubrebañeras, me ajusto el chaleco, me encasqueto la gorra con chulería y me decido a dar las primeras paladas. A mi derecha hay una flota cuasi fantasmagórica, orincada posiblemente desde tiempos olvidados por todos, pues los cascos están podridos, los mástiles oxidados y las amuras descoloridas, en las que apenas se puede leer los nombres de esos cascarones que en tiempos pretéritos, fueron seguramente, el orgullo de arrogantes marineros que gozaban sus vidas bebiendo los vientos y rompiendo el espejo de mar con sus proas altaneras. Pero hoy, todo ha cambiado, el tiempo no perdona.  A mi izquierda el molino de La Puntica, me despide con un leve batir de sus brazos.

            El mar está calmado, siento que me deslizo sobre una bruñida superficie de color difícil de definir, a caballo entre el verde, el gris y el azul. El único color fácilmente definible es el dorado del sol, en sus brillantes destellos, que atraviesan las gotas que dispersan las palas de mi remo.

Me tienta poner rumbo hacia las islas centrales de la salada laguna, pero lo más coherente en estos momentos es navegar paralelo a la costa y a una distancia que me permita llegar nadando en caso de que el destino me juegue una mala pasada. Aunque para pasadas, las que me han hecho varias motos acuáticas. A pesar de lo que se puediera pensar, han sido muy respetuosos conmigo y sólo me han regalado unas olas juguetonas, pero leves, muy leves.

            Ahora comienzo a remar en dirección a la Academia General del Aire, y es donde me doy cuenta de que me voy escorando a babor, que rectifico y al minuto sigo desviándome a mi izquierda. Esto me cabrea, no soy capaz de mantener el rumbo. Me viene a la cabeza que chupándome un dedo y levantándolo hacia las nubes, puedo saber aproximadamente la dirección en la que sopla el viento, pero veo que el viento aún sigue encamado. Me esfuerzo en buscar algún vestigio de una corriente marina, pero tampoco, dejo caer al agua un cabo y se queda mirándome de forma descarada y burlona. Veo que el problema es mío. Entre miles de formas de cómo remar, de cómo situarme correctamente en el interior del kayak, de colocar los pies, de cantearme, veo que sigo igual, dejándome el trapecio izquierdo en intentar seguir un rumbo fijo. Dejo que la fortuna me guíe, aprieto el ritmo sin preocuparme de la dirección y me veo dando una vuelta en redondo sobre el radio de una circunferencia imaginaria.

            Mejor hacer como que no pasa nada, sigo remando dirección al objetivo, pero corrigiendo cada diez o menos paladas. Así va pasando la primera hora de mi odisea, nada parecida a la del argonauta mitológico de Homero, no encuentro ni cíclopes, ni sirenas, ni gaviotas, ni nada. Me siento extrañísimo, no hay formas de vida salvaje a mi vista, tal vez algún cangrejo despistado o algún pez afectado por la crisis que no haya podido pagar su hipoteca en el Mediterráneo, se arrastren bajo mi quilla.

            A la hora de virar en redondo para volver al punto de inicio, me embeleso durante unos minutos viendo lo increíblemente bien que reman unos jóvenes que están entrenando en la zona balizada que hay entre la playa y unos metros a mi derecha. Yo, seguro que también habré sido  blanco de sus comentarios, pues mi estilo es paupérrimo, pero es todo lo que sé hacer, así que no puedo dar más.

            La vuelta ha sido un poco agónica, pues el cansancio sobre mi trapecio izquierdo ha mermado mis ilusiones y mis fuerzas, ahora si que voy ladeado, parece que me haya alcanzado un torpedo lanzado por un submarino aliado.

           

Ver mi furgo esperándome en el paseo marítimo ha sido un bálsamo mágico. He acelerado mi frecuencia y arrastrándome sobre las aguas del Mar Menor, he llegado a la orilla y sin darme un momento de descanso, he enjuagado la piragua, el remo, los escarpines y demás pertrechos. En cinco minutos estaba ajustando el climatizador y poniendo a Megadeath a un volumen que me hace olvidar el mal rato que he pasado, al ver que sólo sé remar a babor.

            Quiero pensar que estas cosas son propias del novato autodidacta, quiero pensar que insistiendo e intentando corregir muchas acciones mal hechas en esta primera andadura, me iré convirtiendo en un remero medio decente. Cuando comencé con mi primera bicicleta de mtb sufrí más, mi atuendo de globero era de matrícula de honor y con el paso de los kms, fui aprendiendo a montar en bici y a pasar grandes momentos. Así que espero que el próximo sábado las cosas me vayan mejor.

Un comentario »

  1. Animo, que nadie nació enseñado. Perseverancia y afición, con esas dos virtudes que tú tienes seguro que lo consigues.

    • Gracias por los ánimos Mariano. Esto es algo más complejo que la bici, o por lo menos eso me parece a mi….

      Que guapo sales en las fotos vestidico de huertano….

      Un abrazo.

  2. ánimo luis, todos los que empezamos como autodidactas pasamos por lo mismo. poco a poco irás siendo mas consciente de lo que haces, y con calma y algún que otro consejo(amarra el kayak con unas cintas, esos cabos parecen finos y si son dinámicos, peor), irás progresando.

    • Gracias supernadie, seguro que detrás de ese nick se esconde todo un «SUPER».

      Te tengo en cuenta y gracias por pasarte por aquí.

      Nos vemos en cuanto vaya quitándome la cáscara de novatazo.

      Un abrazo.

  3. miralo por el lado positivo, estas listo para tu primera ruta circular por el mar menor, cuando veas lo pagan de nuevo ya casi lo tienes!! \»/(^_^)\»/
    salu2

    • Hummer, siempre tan positivo. A ver si ahora con las elecciones tan próximas voy a tener problemas por remar hacia la izquierda en aguas murcianas.

      Un abrazo, amigo.

  4. A mí me pasa lo mismo y lo más curioso es que el otro día salimos mi hijo y yo y no pasó lo mismo. Ya estaba pensando de que un defecto de cálculo de los ingenieros en el disño de la quilla.

    Me tranquilizas. Ya estoy saturado de página con las distintas formas de dar las paladas, al final me dedicaré a la hormigonera.

  5. Lo de la hormigonera ha pasado de moda, tocayo, ahora se lleva jugar al fútbol y hacerse millonario.

    A ver si vamos aprendiendo a darle a los remos los dos, que no valemos ni pa llevar a la novia al Retiro.

    Un abrazo muy fuerte, AMIGO.

  6. No te preocupes que eso nos ha pasado a casi todos, causas: unas cuantas, desde la lateralidad de cada individuo (diestro o zurdo) la forma de sentarte y equilibrar el peso en el kayak, el agarre de la pala (era totalmente simétrico??) el aprendizaje del giro de muñeca, el tipo de palada… la cuestión es palear e ir cogiendo confianza y haciendo el movimiento tuyo…

    • Gracias Camperkayak, siempre viene bien saber que a los experimentados les parece algo normal de novato. Espero mejorar algo mañana sábado. Ya os contaré.

      Un saludo.

  7. Hola Luis,

    eres un makina, la lesión no ha podido contigo.

    Que la bici hay que aparcarla, pues el tío va se pilla un kayak y a remar…

    Mucho ánimo en tu nueva andadura. Recuerdos a la familia. Un abrazo.

  8. No te creas, compañero, que vender la bici ha sido una de las cosas más amargas en muchos años. Todavía sueño que voy de ruta con mis cabricas por alguna sierra.

    Pero hay que seguir adelante. Esto del kayak está guapo, pero los principios son durillos y complicados, no son tan ilusionantes como el ciclismo de montaña, pero bueno, algo hay que hacer, no puedo quedarme resignado, lloriqueando.

    Por cierto, cuando me vas a llamar para tomarnos una botellita de buen tinto???????? (la llevo yo, ok? )

    Un abrazo, amigo.

  9. Y yo que había oído en algún sitio que cargabas el paquete hacia la derecha…
    Experimenta, disfruta, y sobre todo, cuéntanoslo.

  10. Alukinator, yo no cargo para ningún lado, siempre voy descargado, jajajajajaaaaaaaaaaaaaaa

    Estás desfasado, ya hay otra crónica en el kiosko.

    😉

    Pd, aquí que no nos oye nadie, sabes qué: «TE QUIERO» !!!

  11. Pues si tu buque se va de lado… imagina la mía, de aguas bravas y sin quilla, corriendo hacia donde la lleva el viento…., Por cierto, hablando de vientos: cuando salgas a mar abierto puedes experimentar la agobiante situación de soltar momentáneamente la pala(como por ej. para hacer una foto) y que la corriente se lo lleve. Mi solución, poco ortodoxa, es atarlo con un corredizo al centro de la barra desde la proa, con un cordino fino. No molesta, y puedes soltar la pala sin miedo. Disfruta hermano.

    • Amigo Ruíz, ese cordoncito lo llevo desde el primer día, es algo básico en los elementos de seguridad.

      Qué lástima que no te pueda llevar a mi vera.

      Un abrazo lorquino mío.

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